La Nueva Villa de Aburrá, es un complejo urbano que incluye una amplia zona comercial, un sector de apartamentos para vivienda y oficinas, así como una plazoleta que sirve de encuentro a jóvenes y familias del sector de Belén, en el Occidente de Medellín.
Ubicada sobre la avenida 80, limitaba con la fábrica Vicuña que en la actualidad es el Centro Comercial Los Molinos, por el occidente con el barrio Belén Las Mercedes y la urbanización las Canarias de la Castellana, por el norte con el barrio la Castellana y por el oriente con el barrio Miravalle, además de ser bordeada por la quebrada la Picacha.
La Villa, como es popularmente conocida, es lugar de encuentro para adultos y jóvenes, siendo concurrido por familias en la mañana y parte de la tarde, y apoderada por la juventud en la noche.
En algunos rincones del lugar, se pueden notar unas manchas de pintura sobre aquellos ladrillos marrones, rayones e intentos de dibujos con intenciones de convertirse en obras de arte, sueños de jóvenes apasionados por su arte callejero.
Katya Mandoki, en su documento “Los Laberintos de la Estética”, describe un mito que se destruye completamente en el lugar. El mito de la separación de la vida y el arte, en la villa, no se vive, allí se puede encontrar arte como parte de la vida cotidiana de sus habitantes, razones para esto: un paradero de buses en donde la publicidad y el arte de llamar la atención para vender a través de imágenes, es ya mas que costumbre, que hacen mas placentera la espera del transporte; las paredes ralladas con garabatos y expresiones juveniles que para muchos es arte, al comunicar sentimientos y emociones a través de letras y dibujos personales o sociales; las muestras culturales que se realizan como conciertos y recitales; y el hecho de que se hallan pintado los contenedores de redes telefónicas, convirtiendo a estos en obras de arte al óleo, para hacer mas agradable los espacios del sector. Es por esto, que en cada rincón, se vive con el arte de lado a lado.
Siendo el arte algo común en la Villa, existe uno de los fetiches señalados por la señora Mandoki, el de lo bello, esa obsesión de ponerle los adjetivos bonito, hermosos o bello, a lo que sugestivamente agrada, acción realizada por los habitantes y transeúntes que en muchas ocasiones denigran o alaban a las ya insinuadas “obras de arte callejeras”, así mismo, lo hacen con las diferencias de algunos jóvenes recurrentes del sector pertenecientes a alguna subcultura urbana, siendo estos juzgados con un punto de vista conservador adulto, que al ver estas diferencias (en algunos casos impactantes) se dignan a dar un juicio de valor negativo, apegándose a lo que comúnmente llaman bello. Podemos emparejar este fetiche con otro muy particular, el del arte, ya que en la sociedad capitalista, consagrada en este sitio, propone a la obra de arte clasita y refinada como la única muestra estética que merece nuestra apreciación, colocando las muestras urbanas como el graffiti en el campo de lo inmoral y el vandalismo.
Es así entonces, que esta situación se traslada hacia dos de los miedos establecidos por Katya, el miedo a lo indecente y el miedo a las impurezas cotidianas, que se establecen en la comunidad de la Villa (como vivienda), viendo con repulsión algunas manifestaciones del lugar como el uso de drogas, bebidas alcohólicas, vandalismo y hurtos, que según muchos ponen en peligro la seguridad de sus viviendas y sus familias. Algunas de las acciones indecentes son precisamente cometidas por jóvenes que ven algunos sitios sombríos, alejados y solitarios como un perfecto lugar para drogarse o hacer algún otro acto moral y socialmente indebido. De este modo se interrumpe, según muchos, el objetivo de construir en Medellín un complejo residencial al aire libre, pues no estaba estipulado que el lugar fuera destino para vándalos y ladrones, que son unos pocos entre los tantos visitantes del lugar, es tanto así, se a convertido en sitio representativo para los jóvenes pertenecientes a culturas alternativas, llegando a convertirse en uno de los sitios mas frecuentados por los jóvenes de la ciudad y el sector, así que la multiculturalidad del lugar es abundante y sin restricciones dándose una especial tolerancia entre grupos urbanos
La Villa es un lugar de contrastes, de colores y olores, un lugar donde se vive el arte, donde se tolera en muchos casos lo inmoral e indecente, donde no se mira color, ni estrato socio-económico, etc. Un sitio muerto de día y vivo de noche, del que se han apropiado cientos de jóvenes, un lugar de encuentro, lugar de excesos, lugar de rumba, lugar de pluralidad. En la Villa se puede guitarrear, hacer picnic, tomar, fumar, consumir droga; los menores de edad tienen lugar, también las familias, los jóvenes de todo tipo, las persona mayores, es la Villa un sistema social de vida semi-nocturna, es un ecosistema que se recrea en sí mismo, pero es tan absorbente que incluso es una droga, la cual trae consigo placer, vacío, alegría, tristeza, y de la cual, es difícil salir.
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